Esta esperanza yo no la he buscado. Roberto Bolaño

Libros libres

Estoy alegre.
El otro día (como muchos días) sentía rabia y tenía miedo. Solo odio a quienes me han hecho odiar, por enseñarme qué es esa bajeza humana.
El otro día escribí en Facebook:
Por mucho que creáis en vuestro poder, los que estamos escribiendo la historia somos nosotros. Y no os dais cuenta de que es en el dolor donde el ser humano se hace grande. Y menos aún de que el grande, a vuestro lado, es invencible. Intentad seguir destruyéndonos: desde el principio lo tenéis todo perdido. ¿Hasta dónde? ¿Hasta dónde?
Hoy estoy alegre.
Hoy he leído un reportaje y estoy alegre.
Hoy he visto que escribimos la historia y que la historia que importa es un reportaje que he leído. Y estoy alegre.
Tan alegre. Sin parar.

Verán: una foto.
Una forma de hacer Historia. De hacer historia mediante historias.


Verán: antes de continuar leyendo, hagan clic aquí.
Léanlo. Ilústrense. Déjense emocionar, como yo.

¿Qué les ha parecido?

Yo estoy alegre, pero si viviese en Madrid lo estaría más. Podría llevar las maletas que tengo con libros. Sin embargo, me he hecho socio, aunque seguramente nunca haga uso de la librería. No me lo he pensado mucho. He escrito a su mail.

Aquí es donde comienza lo sentimental:

España, hasta antes de la burbuja, era un país consciente de sí mismo (es lo que recuerdo, así que probablemente sea mentira). Al menos, así ocurría en casa de mis padres. Éramos tres hijos, vivíamos de un sueldo y muchas horas extra. Había muchos agujeros que tapar. Lo primero era la alimentación y el atuendo; también la educación y, con ella, todo lo necesario para que fuésemos personas educadas: el colegio y sus libros, los materiales, etc. Recuerdo que los sábados íbamos a pasear, porque no se gastaba, y que los domingos me compraban alguna chuchería. También nos llevaban a sitios y los veranos a la playa. Pero había que vivir apretado. No se podía malgastar. Y recuerdo también que, en cuanto había la posibilidad, nos compraban algo que nos hiciese ilusión; sobre todo conseguían que esa sensación de ahogo que recorre el país nunca llegase a nosotros. Las posibilidades de caprichos solían corresponder con cumpleaños y Navidades. Tampoco hacía falta más. Nunca, ya digo, nos faltó un solo libro para el colegio, pero como éramos tres, no nos podíamos permitir comprar muchos otros que fuesen puro entretenimiento. Así que mi padre nos llevaba los miércoles a la biblioteca. Él solía quedarse fuera, fumando un cigarro, y nos dejaba campar a nuestras anchas, leer contraportadas, decidir. A veces, si tardábamos mucho, entraba y nos decía que ya nos íbamos. Y eso hacíamos: irnos a casa con tres libros nuevos. De esta forma, y gracias a un concurso que gané en el periódico, leí antes del Bachillerato algunas obras clásicas para las que uno no está preparado. Por eso quiero tanto a Dostievsky, por lo difícil que me lo puso.
Otras veces yo, que soy un manirroto, conseguía ahorrar y me compraba libros. Esas novedades que todo el mundo ansiaba y tenían listas de esperar interminables. Algunos de los peores libros que he leído los leí así.
El caso es que, hasta que no empecé a trabajar con 18 años no pude comprarme, alegremente, los libros que quería.

Fin del corazón.

Quizá es una narración estúpida, pero ha sido acordarme de mis años atrás lo que me ha impulsado hacerme socio. Y ojalá muchos lo hagáis. Ahora (aunque sean tiempos tan malos) ¿por qué no ayudamos un poco, con la posibilidad que tengamos, a que otros tengan más posibilidades culturales; otros que, si las nuestras son pocas, las suyas menos? La cuota de la librería son 12 euros. Un euro al mes: una contribución para todo el año. Esto es: N.A.D.A. Yo he visto a padres de alumnos sufrir por no poder comprarles ni conseguir (porque están prestadas en las bibliotecas) lecturas obligatorias. O libros de texto. 
Podemos hacer que gente (gente como era yo hace 12 años) tenga un acceso más fácil a la cultura. 

Hacer historia es hacer que el pueblo sea consciente de ser quien es para poder ir hacia adelante sin equivocarse. Y equivocarse es evitar cometer el mismo error.
Nuestro gobierno ha conseguido llevarnos de vuelta a no menos de 30 años atrás, pero nosotros tenemos la capacidad de creer que eso no ha ocurrido, porque nuestras mentes siempre serán libres, y por eso podemos seguir adelante. Cada uno desde donde crea que su historia se ha quedado.

Este es un post que solo busca (si bien no os convence esta librería) que hagamos algo. El cambio lo motivan posturas individuales, que acaban creando masa. 
Y es la masa la que hace historia. La que dice, le dejen o no, si quiere o si no.

Lo dicho: hoy estoy alegre. 
Y sé que esta alegría no me la vais a quitar.

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Soy Alberto y soy muy humano, yo quiero a todo el mundo. Como Nati.